Bellos tiempos en que se podía andar por el centro a las dos de la mañana. Juntar unos amigos y hacer la humorada de ir a ver un espectáculo, a bailar y pedir la clasica linterna con 4 pilas. Escuchar a dos metros de tu mesa a una rubia bolerista que le canta al amor, admirar una contorsionista, bailarse unos mambos con la Huambaly o reirse con el humor musical de Los Caporales, son cosas para recordar en ese calido ambiente de alegria del viejo y sereno Santiago. De vuelta a casa en una micro de trasnochada o salir a cazar un auto de alquiler a la Alameda solitaria, iluminada por multiples cafés y Fuentes de Soda abiertas, sedes de bohemios impenitentes envueltos en humo de cigarrillos cuyas volutas subian al cielo del Santiago que ya se fue.
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